Hoy hace 9
años de un día trágico, grabado a fuego en todos. Un día en el que nos quitaron
un poco de libertad, de inocencia, de tranquilidad y de confianza. Hace 9 años
de un día infame. Pero lo que más recuerdo, año tras año desde 2004, y siempre
que hablo del tema, es el estado de ánimo generalizado que vino después. Claro que
recuerdo toda la respuesta de la gente ese mismo día, la solidaridad espontánea
y la conmoción nacional. Claro que recuerdo los rumores, teorías y
discrepancias que se dieron el mismo 11 de marzo. Claro que recuero la tensión política
y el despropósito que se dio en los dos bandas (llamarlos partidos… es
alagarlos) que se turnan el poder en nuestro país. Pero no es lo que más
recuerdo, ni lo que más quiero recordar.
Recuerdo
los días posteriores, en que, por lo menos en Madrid (donde yo estaba) te dabas
cuenta de que todo el mundo estaba pensando lo mismo. Había una tristeza
generalizada, un ánimo abatido, un pesar en todos. Lo veías en los coches que
circulaban a tu lado. En la gente que caminaba por la calle. Todos con el gesto
triste. Todos en estado de shock. Hasta el tiempo de aquellos días era nublado,
y gris. El cielo azul de Madrid ni quería salir, estaba plomizo y triste. “No
está lloviendo, Madrid está llorando” decía la consigna que gritamos en la
manifestación.
Y lo
destaco porque esos momentos de total abatimiento te sientes hermanado con
todos los que te rodean. El hecho de saber a ciencia cierta que cualquier
persona con la que te cruzabas estaba pensando lo mismo que tú, creó una
especie de atmósfera que venía a decir: estamos llorando y estamos tristes,
pero estamos llorando juntos. Daban ganas de poner el brazo sobre el hombro de
cualquiera y acompañarle en el sentimiento que compartías. Era más natural que
nunca observar a un desconocido y asentir, pues con el dolor de ambas miradas
no hacían falta palabras.
No había
bocinas en el tráfico. No había bullicio en las terrazas. Madrid bajó sus
decibelios por unos días. España miraba desde todos sus rincones hacia el centro
y se conmovía de dolor. No hacía falta
luto oficial, era espontáneo porque todos estábamos tristes por nuestros
hermanos.
No se puede
llamar alegría, pues cualquier palabra alegre es enemiga de aquella tragedia.
Pero si siento un atisbo de orgullo y familiaridad nacional cuando recuerdo
todo aquello. Nos quitaron muchas cosas y nos cambiaron para siempre. Pero
todos nos sentimos juntos en el dolor. Todos nos sentimos hermanos ante quien
pierde parte de los suyos. Todos nos sentimos huérfanos y vacíos ante una gran
pérdida. Nos sentimos juntos e hicimos País, pues mataron una parte de todos.
Nos
quisimos todos más durante muchas horas, nos apreciamos más y nos abrazamos
más. Y eso, esos cabrones, no nos lo quitaron. No lo permitimos. No, eso no. Eso
no nos lo quitaron
d.e.p víctimas
del 11 M