jueves, 7 de noviembre de 2013

Descanso panameño



Pasa la fiesta, pasa el baile, pasa la mirada borrosa. Pasan los hielos y el trago, amargo y dulce a la vez. Pasa la resaca. Pasa y llega la mañana. Y estás en la playa. En la arena que quema. En los pies que la sienten y corren a la blanca espuma que el pacífico agita en los primeros días de noviembre.

Cierras los ojos y miras arriba, y sientes más el calor del sol. Te concentras en el sol. Sonríes. Te tumbas. Respiras. El mar y la brisa. Y una cerveza. Y un libro. Bajan tus pulsaciones y pesan tus ojos, y sin darte cuenta te has dormido 20 minutos.

Ensalada y baño. Paseo y baño. Pesca y baño. Baño y toalla. Y hamaca. El sol se vuelve color dorado y fuego. La brisa cae. También la temperatura. Y como cada día nacen las estrellas, que una vez más abren tu boca con sorpresa, con admiración. Te atrapan unos segundos eternos.

Arena fresca entre los dedos. Chanclas en la mano. Charla y risas entre varios. Sonríes porque sí.
Recoges y guardas esa piedra de la mañana. Recoges y al coche. Sonríes otra vez. Otros se quejan. Tu no. Tú ya sacas la cabeza por la ventanilla. Viento fresco en la cara. Vuelves a casa. Vuelves feliz. Vuelves a empezar.





Que bien. Estás relajado. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Diada



Uno de mis hermanos está enfadado con nosotros, quiere renunciar a mi familia. No lo puedo evitar, a mí me da pena. Me ha llegado a decir incluso que le odio, ¿cómo le voy a odiar? ¡Si es mi hermano! ¡Sigue siendo mi hermano! Si renuncia a la familia, probablemente lo echaré de menos. Aunque sospecho (y en el fondo quiero) que él también me echará de menos a mí. Es lo que tiene la familia, me da igual que nos enfademos, lo que quiero es que las cosas mejoren. Siempre.

No quiero volver a discutir con él sus razones. Probablemente ambos encontraríamos argumentos de peso para enzarzarnos en un debate de nunca acabar… y creo que esa no es la solución. Sí que me molesta cuando se inventa argumentos, que igual ni harían falta; igual que me molesta cuando mis “padres” se enquistan en simplemente gritar que no tiene razón. Las familias cambian, es verdad. Pero yo sigo queriendo a mi hermano. Mucho. Me gustan muchas cosas de su carácter. Me gusta hasta como juega al fútbol.

No me apetece echar de menos a mi hermano, quiero que siga siendo parte de esta familia. Quiero que se sienta parte de esta familia. Y quiero que tanto mi familia como él se escuchen más. Porque a veces parece que se “quieren odiar”. Seguramente se sorprenderían de la cantidad de cosas que tienen en común y que han olvidado. Es lo que tiene la familia… a veces se acaba discutiendo sobre la discusión, más que sobre el porqué de las cosas.

Me encanta mi familia, a pesar de que muchas veces somos un desastre. Es lo que tiene la familia. Se le quiere. Siempre.


lunes, 11 de marzo de 2013

Jueves, 11 de Marzo


Hoy hace 9 años de un día trágico, grabado a fuego en todos. Un día en el que nos quitaron un poco de libertad, de inocencia, de tranquilidad y de confianza. Hace 9 años de un día infame. Pero lo que más recuerdo, año tras año desde 2004, y siempre que hablo del tema, es el estado de ánimo generalizado que vino después. Claro que recuerdo toda la respuesta de la gente ese mismo día, la solidaridad espontánea y la conmoción nacional. Claro que recuerdo los rumores, teorías y discrepancias que se dieron el mismo 11 de marzo. Claro que recuero la tensión política y el despropósito que se dio en los dos bandas (llamarlos partidos… es alagarlos) que se turnan el poder en nuestro país. Pero no es lo que más recuerdo, ni lo que más quiero recordar.

Recuerdo los días posteriores, en que, por lo menos en Madrid (donde yo estaba) te dabas cuenta de que todo el mundo estaba pensando lo mismo. Había una tristeza generalizada, un ánimo abatido, un pesar en todos. Lo veías en los coches que circulaban a tu lado. En la gente que caminaba por la calle. Todos con el gesto triste. Todos en estado de shock. Hasta el tiempo de aquellos días era nublado, y gris. El cielo azul de Madrid ni quería salir, estaba plomizo y triste. “No está lloviendo, Madrid está llorando” decía la consigna que gritamos en la manifestación.

Y lo destaco porque esos momentos de total abatimiento te sientes hermanado con todos los que te rodean. El hecho de saber a ciencia cierta que cualquier persona con la que te cruzabas estaba pensando lo mismo que tú, creó una especie de atmósfera que venía a decir: estamos llorando y estamos tristes, pero estamos llorando juntos. Daban ganas de poner el brazo sobre el hombro de cualquiera y acompañarle en el sentimiento que compartías. Era más natural que nunca observar a un desconocido y asentir, pues con el dolor de ambas miradas no hacían falta palabras.

No había bocinas en el tráfico. No había bullicio en las terrazas. Madrid bajó sus decibelios por unos días. España miraba desde todos sus rincones hacia el centro y se conmovía de dolor.  No hacía falta luto oficial, era espontáneo porque todos estábamos tristes por nuestros hermanos.

No se puede llamar alegría, pues cualquier palabra alegre es enemiga de aquella tragedia. Pero si siento un atisbo de orgullo y familiaridad nacional cuando recuerdo todo aquello. Nos quitaron muchas cosas y nos cambiaron para siempre. Pero todos nos sentimos juntos en el dolor. Todos nos sentimos hermanos ante quien pierde parte de los suyos. Todos nos sentimos huérfanos y vacíos ante una gran pérdida. Nos sentimos juntos e hicimos País, pues mataron una parte de todos.


Nos quisimos todos más durante muchas horas, nos apreciamos más y nos abrazamos más. Y eso, esos cabrones, no nos lo quitaron. No lo permitimos. No, eso no. Eso no nos lo quitaron

d.e.p víctimas del 11 M

miércoles, 16 de enero de 2013

...que me cuenten un cuento


A todo el mundo le debería gustar el cine. Al final, sea cual sea el género, no deja de ser una expresión artística que refleja  gente haciendo cosas. Cosas nos gustaría hacer, o no. O hechos que nos gustaría conocer o no. O fantasía que nos gusta recrear. O situaciones que casi rozan la pesadilla, pero que nos atrae contemplar por ese misterioso atractivo que un sentimiento tan intenso como el miedo provoca.

Pero el final es eso, gente haciendo cosas. Nosotros haciendo cosas. Y somos bichos sociales. Nos gusta rodearnos de nosotros, de otros. Y ver cómo hacemos cosas. Ver como los demás reaccionan en situaciones en las que te planteas ¿qué haría yo? Eso es lo que me resulta atractivo del cine como arte: es una de las expresiones artísticas más sociales que hay, junto con la música. Pero el cine lleva la “socialidad” a un nivel de empatía, o al menos de comparación, que lo convierten en algo que me fascina. Además es algo que nos atrae desde pequeños… siempre nos ha gustado que nos cuenten cuentos.

Últimamente, además, trato de fijarme también en la técnica de las películas (sin tener ni p… idea). Pero me gusta fijarme en las escenas. En la velocidad de la cámara. En los cambios de plano. En el juego de luces. En los sonidos. En los escenarios y el atrezo. En como diferentes películas por diferentes directores tienen un estilo u otro. En la gama de colores que predominan en una película. En la complejidad de los diálogos y en como tratan de introducirnos o explicarnos situaciones previas de la forma más natural posible… con lo difícil que eso tiene que ser. Y tratar de averiguar y evaluar, desde la mayor humildad posible, si para mí el conjunto es bueno o malo. Vamos, si una película me ha gustado.

Normalmente mi conclusión trata de ser positiva partiendo de una premisa: una película es buena si cumple con lo que pretende. No hablo de expectativas, que eso es más culpa de la labor comercial que otra cosa. Es decir, no espero que una peli de humor absurdo trate de ser un espectáculo de efectos, o un guion adaptado majestuoso… si me río mucho es buenísima y ya está. O tratar de ver una de James Bond esperando que sea El Padrino, cuando es más un cómic cuya labor es la de entretener con fantasía y acción –y normalmente cumple-. Lo que ya me gusta menos es cuando una peli es pretenciosa, cuando va de peliculón y es mucho peor (como Australia…).

Pero lo que está claro es que hay una serie de películas que son cojonudas sí o sí.  Te puede gustar más o menos la temática, que sea más o menos “tu segmento”, pero son un montón de películas que todo el mundo tendría que ver.

Como decía al principio, el cine es una expresión social, y por eso me gusta  este ranking de películas. Está hecha, no por votaciones con nota, sino porque la gente las haya incluido en su lista de películas favoritas. Y aunque muchos seamos tontos muchas veces, cuando mucha gente opina en un mismo sentido, casi siempre la conclusión es que ese juicio tiene mucho valor.

Parece una lista muy obvia, pero algunas nos faltan seguro, y en conclusión lo único que estoy recomendando es sentarse a ver cómo nos cuentan un cuento de forma magistral.

Que disfrutéis