viernes, 16 de noviembre de 2012

Libertad, amor y arte urbano

Hace unos años que volví de Erasmus, de un año crucial en mi vida. No por lo bien que lo pasé o las ciudades y países que pude visitar. Un año crucial por la gente que conocí. No puedo predecir el futuro, pero sé que aunque vengan distancias y cambios de rumbo, conservaré a ciertas personas como amigos eternos, como hermanos, que tuve la gran suerte de encontrar durante mi año de Beca en Holanda.

A mi vuelta he compartido con ellos muchos viajes, muchas reuniones, y gracias a las tecnologías, larguísimas conversaciones que considero han enriquecido mi forma de pensar y de ver la vida. Convertirme en un optimista patológico y obligarme a seguir siéndolo fue consecuencia de ello.

No tiene casi nada que ver lo que cuento a continuación con esta introducción, pero recuerdo hoy una de esas poéticas y filosóficas conversaciones con una de esas personas, pues estuvimos horas hablando de lo que ha sido la razón de la vida y filosofía desde que el hombre es hombre: la libertad.



Después de estar un buen ratazo “arreglando el mundo” empezamos a desvariar. Hablamos de política, de actualidad, y pasamos a todo tipo de batallas. Grandes guerras y grandes hijos de… la historia que causaron tanto mal. Por supuesto también de los personajes buenos que nos han hecho mejores y como sus aportaciones siempre iban en sentido de dar y recibir amor a tus semejantes. Y he aquí lo que consideramos el quid de la cuestión. El amor. El sentimiento más puro. El dar. El vaciarte sin esperar recibir nada a cambio. La generosidad máxima por los sentimientos… la aspiración máxima de los hombres. Dar y recibir amor.

La pureza de ese sentimiento viene de la mano de la libertad. Uno ama porque es libre para ello. Si cualquier persona, gobierno, país o ente coacciona tu libertad, u oprime la libertad, oprime tu capacidad de amar, pues no puedes expresar lo que deseas. Te lo están impidiendo. Entonces automáticamente tu búsqueda de libertad se convierte (o se tiene que convertir) en tu primera razón de lucha. Y por ello han ocurrido tantas desgracias, tantas guerras y tantas injusticias. La ambición de unos, el imperialismo consecuente y el afán de siempre más, siempre han coaccionado la libertad del atacado, impidiendo así disfrutar de su vida para llegar a la última consecuencia y deseo: sentir amor. Por ello siempre el hombre se levanta, porque por muchas formas nuevas que inventen unos para pisotear a otros, ese sentimiento hará que siempre nos queramos sublevar.

Y toda esto ha venido a mi memoria después de ver la web www.streetartutopia.com. Porque te puedes pasar horas viendo las diferentes expresiones de arte callejero, y admirando como muchísimas de las obras transmiten una pasión tan fuerte, un sentimiento tan descarado de libertad pura.
Desde los 90 con cutres firmas ensuciando vías viejas de tren y metro, hemos evolucionado a grandes artistas, muchos de ellos anónimos, que tienen como punta de iceberg a Banksy y sus provocadoras e irónicas creaciones. Y para mi es una maravilla ver en esta página web la cantidad de obras que se pueden encontrar hoy en día en cualquier capital del mundo. Mensajes sobre la moral y política. Mensajes sobre la decadencia social. Mensajes de apoyo. Coloristas manifestaciones de elementos sin mensaje también, cosas simplemente bonitas.

Y me quedo embobado, y empiezo a pensar y pensar, hasta escribir esta cantidad estúpida de verborrea cerebral. Y pienso que qué grandes somos algunas veces  cuando queremos comunicar. Cuando podemos. Cuando somos libres. Cuando tenemos que luchar por la libertad. Cuando queremos transmitir amor.

El arte se basa en la inspiración que provoca el amor. A alguien, a un lugar, a una idea, a un grupo de personas... El amor es libertad. La libertad lo es todo y el arte callejero es la esencia pura de libertad. 

martes, 13 de noviembre de 2012

Arte-animación y publicidad




De como un anuncio puede ser puro arte. Buenísima animación. Sexy y bonita; inteligente y muy expresiva. Y todo elegantemente elegido. La voz del narrador, los colores, los cambios de plano... es genial.
La campaña además tiene fines sociales (los beneficios van para Oxfam) y el mensaje (free delivery world wide) junto con todo el texto narrado del comercial lo hacen un vídeo comercial y artístico redondo. Que trabajazo! (Que envidia jajaja).

Infinita muestra de como la animación es una herramienta estupenda para llevar mensajes y para transmitir de forma especial, a veces difícil de alcanzar para las grabaciones convencionales. Nunca entenderé porque la animación no está en el lugar que se merece. Muchas (la mayoría) de las películas de Pixar, y algunas de otras factorías (Shreck) deberían haber ganado un Oscar no sólo a la mejor película animada, sino a mejor película, guión, guión adaptado o dirección. Toy Story 1 y 3, Los Increíbles  Ratatouille, Wall-e, Buscando a Nemo, y sobretodo Up, son para mí (y creo que para muchos) obras maestras del cine. También muchos de los cortos que las precedían en sus proyecciones (Parcialmente nublado, Noche y día, o aquel de los pajaritos) son increíblemente buenos.  Para los que disfrutamos como enanos de estas películas y de la buena animación, nos queda el consuelo de saber que toda la crítica las pone por las nubes, aunque sea tan injusto que no esté mas reconocido, y aunque haya carcas que lo sigan viendo como "dibujitos" -que lástima por ellos-. Ala, a disfrutar!

lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Polémicas? creencias


Tengo una percepción de la mente como una cómoda. Esta llena de cajones donde guardamos las ideas. Todas. Desde las superficiales y triviales hasta los pilares que forman nuestra personalidad. Todo esta ahí y recurrimos a cada cajón según nuestras necesidades. Además, los hombres (los varones), tenemos la suerte de contar con un cajón vacío. El cajón de la nada al que podemos acudir siempre que queramos. No es una idea machista, pero las mujeres carecen de esa capacidad. Siempre están pensando algo. Siempre. Eso, lógicamente, a veces es bueno y a veces es malo, como todo en la vida.

Pero, volviendo a los cajones en sí, hay un cajón enorme que todos tenemos. El cajón existencialista. Donde se guarda todo ese cúmulo de pensamientos que forman nuestras creencias sobre la vida. Sobre la religión, la espiritualidad, la razón de ser, la bondad y maldad de las cosas que forman este mundo. Es un cajón grande y pesado. Almacena cosas muy importantes, con las que uno se puede pasar mucho tiempo entretenido y debatiendo.  Es un cajón que cuesta volver a cerrar. Pero también cuesta abrirlo… da pereza muchas veces. De hecho, a veces deberíamos acudir al cajón existencialista, y como buenos hombres del S XXI acabamos en el cajón de la nada, y nos vamos al sofá a hacer zapping.

Últimamente, puede que debido a mi condición de hallarme en la distancia de mi antigua rutina y vida, he abierto el cajón existencialista más de la cuenta, planteándome todo tipo de “verdades absolutas” sobre la vida y el mas allá. Supongo que también motivado por el hecho de haber estado leyendo “caballo de troya” de J.J. Benítez, o de haber visto unas tres veces la película “the man from Earth” (muy recomendable).

La conclusión a la que he llegado, es que hay una cosa que me toca profundamente los huevos, y es la intolerancia de los extremistas. Yo soy creyente. Una creencia bastante particular y sin nombre definido, formada con los años. Educación católica mezclado con juventud (muy) pagana en cuanto al religiosamente castigado hedonismo se refiere. No es mi intención defender aquí y ahora a capa y espada qué creo y porqué. Tampoco es mi intención defender a los creyentes en general, aunque me considere parte de ese “grupo”.  Pero me cabrea una religión que cada vez tiene más adeptos: el ateísmo. No porque no crean en ningún ente, ser o Dios (cada uno que crea –o no crea-  lo que le salga del mismísimo rabo), sino por la suficiencia con la que plantean sus ideas. Los debates que he tenido con algunos de ellos (muy íntimos amigos), me hacen sentir como alguien que me considera retrasado mental por pensar algo diferente a él. De hecho, tratan sus argumentos como si fueran una conclusión mucho más madura y reflexionada que la de los demás. Como si estuvieran en posesión de la verdad absoluta y los demás fuésemos unos ingenuos. O peor, que creemos en algo por miedo. Por miedo a no querer afrontar que no hay nada después de la muerte, o por miedo a no entenderlo. Vamos, casi como los reyes magos. Y lo peor es que lo afirman con “total seguridad” ¿Se puede ser más nazi? “Yo sé que es lo que va a pasar: nada” TÓCATE LOS COJONES.  Es decir, yo tengo mis ideas. Fuertes convicciones que trato de analizar con ojo crítico cada día, en las circunstancias que forman mi vida. Buscando la verdad, y tratando de ser buena persona, y aprender cuanto más, mejor. Pero jamás se me ocurrirá decir que estoy 100% seguro de lo que creo. A día de hoy, estoy seguro de que creo lo que creo, pero como dijo Sócrates “solo sé que no se nada”. Y quien diga que está en posesión de la verdad, como todos los ateos new age, me parece de ser un arrogante gilipollesco soez y vomitivo. Señores, me parece genial que ustedes crean cualquier cosa. Como si creen que nos ha parido una manada de marcianos, eso me la trae al pairo. Pero deberíamos estar en la edad de la tolerancia y la conversación.  Tratar de comprendernos los unos a los otros en pos de una sociedad mejor.  Y lo que ese tipo de pensamiento representa ha sido la excusa de todos los tiranos de la historia. Hay que ser humilde en todas las facetas de la vida. La humildad en actos y pensamientos nos hará mejores personas, porque con humildad es mucho más fácil encontrar atisbos de verdad, y como dijo un tipo muy muy sabio, la verdad nos hará libres.  



jueves, 8 de noviembre de 2012

Buen rollito



"Tenía una idea, era más propia de un virólogo. El creía que se podía curar el racismo y el odio, curarlo literalmente inyectando música y amor en las vidas de la gente. Un día, cuando iba tocar un concierto por la paz unos matones se presentaron en su casa y le pegaron un tiro. Dos días más tarde se subió al escenario a cantar. Alguien le pregunto que por qué, a lo que respondió: si  los que intentan hacer de este mundo un lugar peor, no se toman ningún un día libre, ¿por qué iba a hacerlo yo?  Hay que iluminar la oscuridad”

Este comentairo lo hace Will Smith en Soy leyenda, y siempre me parece un buen momento para pensar en ello. Creo que hay que hacer mas apología de las enseñanzas buenas de los grandes de la música y de la historia. Realmente escuchar Legend es terapéutico. Para mi es una obra de arte. Porque consigue cambiar tu humor de verdad. Todo el mundo debería escucharlo de vez en cuando. El mundo iría mejor.

Tan solo una introducción


Un inicio, un final. Un nudo, un desenlace. ¿Pero y si no hay nada más?

Sus padres ya eran un recuerdo que intentaba avivar cada vez  con más fuerza, porque sabía que cada día se olvidaba un poco mas de ellos. Habían pasado demasiados años desde aquello. No fue una guerra. No fue una epidemia. No hubo un déspota malvado a quien echarle la culpa. No había a quien ponerle cara para acusar por un adiós prematuro. Simplemente se apagaron. Ya está.
Él ya era un adulto y había asimilado bien los principios que sus padres trataron de inculcarle. Con los años y la soledad los había moldeado, y creado algunos propios. El hecho de que el mundo se hubiese convertido en unos años de un planeta pequeño a un inmenso páramo de infinitos horizontes había transformado su personalidad y la forma de ver las cosas. Pero había un sentimiento indestructible. Más fuerte que cualquier otro aprendizaje y más intenso que el horrible pavor que provocaba el  estar casi seguro de que era el último ser humano en la tierra. Este sentimiento era la gratitud.

Puede que dudase muchas noches ante el increíblemente estrellado cielo que contemplaba cada madrugada, de a quien debía dirigir aquella gratitud. Pero era algo que había pasado a darle igual. Sería por la vejez, suponía.

Esa gratitud era un refugio. Era su cueva. Era donde ahuyentar al monstruo malvado en que se convierte la conciencia en soledad. Era el no morirse de pena, y de tristeza o melancolía. Y  el por qué lo había descubierto el mismo día en que murió su última acompañante en el inmenso mundo que habían recorrido esos últimos años. El por qué se resumía en una palabra: legado. Que inmensa palabra. Es tan importante que casi no se puede abordar de frente, da hasta miedo. Pero a él lo había atrapado. No había forma de escapar a él. Él era el responsable de EL legado. Nuestro legado. El de todas las personas de la tierra. Las que ya no estaban. Comprendió que en sus manos estaba saber transmitir lo que supone ser nosotros. Lo que supone ser humano. Todavía había tiempo de descubrir como. Pero la primera piedra estaba puesta: para dejar un buen legado de cualquier asunto de este mundo, hay que amarlo y hay que estar agradecido por lo vivido. Gratitud a haber sido parte de la más increíble especie que pisó la tierra. Tenía motivos para estar agradecido. Era su refugio ante el miedo y su piedra angular para comenzar su misión. Era su inicio para transmitir, a quien pudiera comprenderlo algún día, quien hemos sido. Era el último ser humano sobre la tierra. Él era el responsable de saber dejar nuestra huella en las estrellas.  Él iba a ser el autor de nuestro Legado.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Querida España: te dejo

Ya asentado en Panama, retomo mi carta a la patria como punto de partida para seguir con esta otra aventurilla, que es este blog

Querida España: te dejo. 

Si, te quiero, pero te dejo. Sé que podríamos seguir, pero solo serviría para ser mas tiempo infelices. Y no puedo mas, ya no. Porque todo el mundo tiene la obligación moral de intentar ser feliz. Por eso te abandono por otra. Una mas joven, muy guapa, y que ademas me promete (de momento) placer y oportunidades. Algo que tu hace tiempo dejaste de ofrecerme. Se llama Panamá, y esta llena de vitalidad.
Sé que será duro este adiós. Sé que te echare de menos y sé que llorare porque te llevo muy dentro. De hecho, mi corazón y mi alma siempre serán tuyos, y diré con orgullo a mi nueva chica quien me enseño a querer. Y quien me enseño a sufrir... Quien me ha enseñado a vivir.

Y si algún día aprendes de nuevo a querer a quien te quiere, y a ofrecer algo a quien crece y aprende contigo, puede que vuelva y puede que me quede. Pero de momento, desde el otro lado de la calle tan solo pensare en ti con melancolía y diré para mis adentros, que guapa eres, cuanto te quiero, ojalá vuelvas a ser como parece que pudiste ser, pero que hija de puta te has vuelto.

Con amor, un nuevo emigrante.